martes, 27 de septiembre de 2016

El caso del yogur perdido

                                    Así comienza este relato del libro Una parada obligatoria
El jefe se presentó en el recinto donde se encontraban los operarios, de la mano de su ayudante más fiel. Al verle llegar, todos supieron que se trataba de algún asunto importante, porque no era habitual verle esa cara, y menos a esas horas. El ayudante estaba demasiado repeinado, como si aquello fuese una visita protocolaria.
—Buenos días. ¿Os preguntaréis a qué he venido?  —soltó así de golpe, nada más cruzar la puerta —. Pues bien, el motivo de mi visita a esta hora, tan inusual en mí, no es para sorprenderos en vuestro quehacer diario, que de eso no tengo queja alguna, sino para aclarar qué ha pasado en la cámara en las últimas veinticuatro horas, donde, según mis noticias, ha desaparecido un yogur.
—¿Un yogur?  —contestaron varios operarios a coro.
—Sí, un yogur. No me digáis que no sabéis nada, porque ha sido uno de vosotros, precisamente, quien me ha contado lo sucedido.
—Ese ha sido el Damián, seguro  —dijo Pedro.
—En eso no vamos a entrar ahora, que es lo de menos. Lo importante, y todos los sabéis, es que en el recuento de esta mañana faltaba un yogur, y ahí están las firmas de los que habéis estado trabajando desde ayer a hasta esta misma hora, que fue cuando se llevó a cabo el último conteo.
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