martes, 12 de julio de 2016

Los que no pasaron el corte (6)


 SE BUSCA HISTORIA

Camino sin saber por donde, porque en cada paso que doy, va impresa la huella de los desconocido, el afán por descubrir ese instante irrepetible, que me pueda reportar las ganas de seguir viviendo. Sé que ahí fuera está un mundo lleno de palpitaciones, que demanda mi presencia, que me llama sin cesar para que calme mis ansias de conocimiento. Siempre tuve unos pies ligeros y tan poca chicha, que tenía que hacerle agujeros adicionales a todos los cinturones que me compraba; en alguna ocasión me han apretado los pantalones, y costaba trabajo abrochar el botón de la cintura, pero ello era debido a que la talla no era la adecuada a tan difícil compostura corporal. Por eso, en más de una ocasión, cogía un trozo de cuerda de cáñamo y con dos buenos nudos, asunto solucionado. Mi corazón ha latido siempre por debajo de las pulsaciones propias de la gente de mi edad, por lo que ir el primero, a la hora de caminar, nunca ha supuesto ningún desgaste físico adicional. Me gusta la compañía y sin llegar a ser un gran hablador, nunca me faltaron temas con los que llevar una conversación entretenida. Así que con todos estos condimentos, que haya decidido coger el petate y lanzarme a la aventura de conocer el mundo, tampoco es como para asustar a nadie. Ya sabía yo antes de salir, que el mundo está tan descubierto, que en su día tuvieron que ponerse de acuerdo los americanos y los rusos para salir al exterior a ver que había por otra parte, pero a mí siempre me ha llamado la atención aquello de las carabelas y los expedicionarios por el continente africano y lo del yeti y esa gente que se mete a darle la vuelta al mundo ( de aquí en adelante m.) de la forma más insospechada: en barco y en solitario, en bicicleta, andando, en globo, en ultraligero y que sé yo de cuantas otras maneras de las que no tengo noticias. Porque eso sí, el planteamiento que yo me hice es que tenía que ser de la manera más ecológica y económica posible: coger una aeronave y darse una vuelta por el espacio no tiene mérito ninguno, y la única emoción posible del evento, es ver el tembleque que experimenta tu cuenta corriente, y por otra parte cualquier artilugio que necesita gasolina tampoco me atrae en absoluto, bastante contaminado tenemos el Planeta como para aumentar aún más su agonía por mi culpa. Como mucho y porque ya tengo cierta edad, el tren o el autobús en situaciones desesperadas son los únicos medios para alguna jornada que lo necesite, el resto a patitas que así es como se ha desplazado siempre el hombre.
-Un momento Julián! –dijo Ernesto-. Ibas de maravilla, pero en cuanto me he descuidado has dado un giro al asunto que no tiene nada que ver lo que estás diciendo ahora, con las primeras líneas que has escrito.
-Ah no! –se sorprendió Ernesto- ¿Desde donde crees tú que he cogido otra onda?
-Desde que nombras por primera vez al mundo. Hasta ese momento puede uno imaginarse que estás hablando de tu mundo interior y que lo que necesitas es salir de ti mismo para ver que pasa más allá de tus narices, pero luego das un giro sorprendente y se te ve el plumero de conquistador de ínsulas desconocidas.
-Está bien! Trataré de corregirme.

Ese m. no tiene porque estar al otro lado del globo terráqueo, ni se puede siempre pensar en el Japón o en la China, que son sitios que caen muy lejos, a veces es suficiente con salir al patio de la casa, al jardín más próximo o a la azotea del bloque para darnos cuenta de lo que nos rodea –vamos a decirlo con la boca llena-, que ya sabemos las desgracias que hay por esos m. de Dios. Un insecto, una flor, una estrella o una frase dicha en el momento oportuno, nos descubrirán lo importante que es dar ese paso de la dedicación a la vida contemplativa, dicho sea en el mejor sentido de la palabra. ¿Cómo puede uno imaginarse que un ser tan diminuto de apenas cuatro centímetros, es capaz de mimetizar su cuerpo para pasar totalmente desapercibido colgado de una rama? Uno en su trabajo de oficina puede ser de lo más formal del universo, pasar casi por un mueble, pero más tarde o más temprano alguien descubre tu presencia y termina por delatarte, pero ese bichito tan pequeñajo, y con esa forma idéntica a la rama en la que se pasa la vida. Esa escena, esa instantánea, se ve una vez o dos en la vida de una persona y nada más. Con las flores pasa tres cuartos de lo mismo: las vemos a bulto, nos parecen bonitas, olorosas, que encajan muy bien con el paisaje o que forman una pradera excepcional para jugar al fútbol, o sacar a pastar a las ovejas, pero ¿nos hemos detenido a contemplarlas? Esa simetría, ese aspecto atractivo para que los insectos vengan a libar justo ahí, donde ellas necesitan darle el abrazo del oso y que sus espermas sean esparcidos cada vez más lejos. De las estrellas ¿Qué decirles? Desde que mi padre me contara la aventura del caballo blanco, que galopaba por el camino de Santiago, quedé fascinado por ese manto de puntitos relucientes con fondo negro, que parecían acercarse cada vez más a mí. Tendido boca arriba en una cama de paja, sintiendo el relente de la noche juguetear con mi nariz, no parecía vencerme el sueño nunca. Desde entonces fue para mi un lujo pasar una noche a la intemperie, escuchando el canto de las ranas, el rumor de las olas o los trinos amorosos del ruiseñor. Y los huesos lo más cerca posible de la madre Tierra, con un aislante para evitar las humedades y poco más, no convienen llevar demasiadas cosas, que aunque parezca lo contrario termina pesando. Es mejor soportar algunas incomodidades, pero la bici no conviene sobrecargarla, porque por muy engrasada que esté y muy bien compensada proporcionalmente, al final hay que moverla y esto tiene que ser a base de riñones. Y los riñones a ciertas edades es mejor tomarlos al jerez que ponerlos a prueba por una sobrecarga.
-Julián, de nuevo estás desvariando! Lo de los riñones puede resultar ingenioso, pero olvídate de los petates y zarandajas similares y céntrate en ti mismo, en tu persona en pelota picada, si quieres que te lo diga más claro.
-Ojú Ernesto, me estás poniendo difícil la forma de explicarme! Hombre, déjame que tire por el camino más corto para que me salgan las palabras, sino me parece a mí que no vamos a ningún lado.
-Julián te recuerdo que estás en una consulta y tu has venido aquí –aparte de ser mi amigo-, a que yo pueda reconducir tu vida, que según tú, no sabe por donde anda.
-Si, es cierto, pero hombre ya que tenemos amistad, mira bien a ver si me haces un favor, y procura sacar lo que puedas en claro, de forma que yo no tenga que quebrar los cascos demasiado, porque si no me parece que no llegamos a ningún lado, porque cuando me da el tic, se me agarrota la mano y cuesta trabajo abrírmela ¡eh! Te lo advierto por lo que pueda pasar.
-!Anda, anda! Déjate de tonterías y vuelve a concentrarte en ti mismo, siéntate, relájate y escucha esa musiquilla que sale por los altavoces.
-Ernesto, yo de esto entiendo poco, pero me parece que Rosendo no sea quizás lo más adecuado para una buena relajación.
-¡Y que quieres que te ponga! ¿Á opá?...
-Hombre, a lo mejor por ahí íbamos mejor. Como estamos en verano.
-Anda, anda, te lo pongo flojito y relájate. Sigamos.
-Sigamos.

Yo sé que tengo que caminar, que no debo arrugarme ante las contrariedades que la vida nos proporciona, porque en eso consistir vivir: ser más fuerte que ese monstruo que trata de derribarnos, de hacer que caigamos en el atajo, de olvidar nuestro verdadero rumbo. No sabemos lo que buscamos y tal vez nunca tengamos claro cual es la mejor decisión, pero si que puede ser cierto que la mejor es aquella que tomamos en un momento dado. Si nos va mal ¿Nos hemos equivocado? ¿Quién nos asegura que no nos hubiese ido peor en otras circunstancias? A veces miro a mi alrededor y encuentro gente que en apariencia lo tienen aún más difícil que yo; no me sirve de mucho, porque ellos no me pueden sacar de mi m., pero tan sólo pensar que yo podría estar haciendo algo por mejorar su situación, ya me sirve de consuelo, y me animo en buscar esa senda que haga que me encuentre mejor. A lo mejor resulta que en mi afán por coger el petate y lanzarme a conocer el m., sin rumbo conocido, no es más que una huida, una válvula de escape para no afrontar los problemas que me aquejan, o tal vez sea una mezcla de las dos cosas, porque no puedo negar que me atrae, como ser humano que soy, el conocimiento de otras culturas, y otras formas de vida distintas a las que estoy viendo cada día, y que me gustaría hacerlo sin prisas, mezclándome con la gente, tratando de pasar desapercibido y empapándome de todos sus pensamientos. Es tan apasionante descubrir como somos y como nos llevamos con el resto de las criaturas del Universo.
-Muy bien Julián, ahora si vamos por el buen camino.

Y estas cosas que me sale de las entrañas, no dejan de sorprenderme a mí mismo, porque en el fondo he sido toda mi puñetera vida un cagón, que hasta hace bien poco miraba debajo de la cama antes de acostarse, y que durante muchos años he visto fantasmas donde sólo hay sombras. Y para que los intrincados vericuetos de la mente estén más justificados, resulta que en dejando de estar solo, o sea, si estaba acompañado aunque fuera de un niño, nada de eso me ocurría y no digamos ya si el acompañamiento era más numeroso, entonces yo era Periquillo el primero a la hora de ponerme a la cabeza de aquello que hubiese que descubrir. El interior de uno mismo debe ser algo así como la proyección de todo aquello que nos ha ido ocurriendo con el paso del tiempo aquello, comencé interesándome por las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín y todavía se me abren los poros cada vez que tropiezo con alguna novela donde la aventura está presente. Algo insólito, según me parece a mí.
-Muy bien Julián, creo que ya me has escrito suficientes cosas por hoy. No debes exprimirte más, porque a veces hay que darse un respiro para...
-¡Ni hablar! Ahora estoy en mi salsa y tienes que escucharme hasta que me quede sin tinta, después de la bulla que me has formado porque no lo estaba haciendo bien.
-Julián, si está muy bien como lo estás haciendo. Observo que por fin fluye adecuadamente el verbo, y además estoy grabándolo todo para que puedas escucharlo cuando tengas una recaída.
-Ni hablar. Yo sigo, que para eso te voy a pagar la consulta. Me dejaste bien claro que tenía que pagar, porque si no esto parecería que no era cosa seria. Así que ahora, escucha.
-De acuerdo Julián, pero hay un límite, porque ya digo que no es bueno llevar a cabo un vaciado total en una única sesión.
-¿Qué me quieres cobrar más todavía? Ni hablar. Yo he venido aquí a vaciarme y me vacío.
-¿Pero y los clientes que están...
-¡Que esperen!
-Está bien, siéntate y relájate, ya me buscaré alguna excusa. ¿Quieres algo para beber?
-Agua.
-Muy bien, llamaré a Felisa para que te traiga agua. Yo me pediré un cafetito. ¿Te importa?
-No. Tómate lo que quieras, joé, que para eso estás en tu casa. ¿Seguimos?
-Seguimos.

Lo cierto es que ya pocas cosas me quedan por decir. Tiene que ser esto, de sentarse de forma relajada y empezar a escribir cosas, porque yo noto la mejoría, me siento como otro muy distinto a la persona que entró por esa puerta con pasos inseguros. Es bueno largar, no cabe duda, aunque tengo sospechas sobre si esto es adecuado para cualquier persona, porque creo que más de una es mejor que se quede calladita y distraiga su mente con cualquier cosa, porque la vida se va pasando y cuando te das cuenta se te ha ido lo mejor del querer, siempre que el asunto no sea de extrema gravedad. En fin, que me siento bien, que me parece que ya he dicho todo lo que tenía que decir. Ahora que lo interpreten los técnicos. Yo a vivir.
-¡Ernesto!
-Sí, Julián.
-Que ya he terminado.
-¡Ah que bien! ¿Cuándo vendrás por aquí otro día?
-Pues no sé, depende de lo que me pidas por interpretarme.
-Por eso no te preocupes, tu sabes que entre nosotros no va a haber problemas. Si te parece me puedes traer un puñadito de sal como la última vez.
-No te quejes, que así es como se pagaba en otros tiempos.
-Ya, lo que pasa es que mi médico de cabecera, me ha recomendado una dieta hiposódica y con los tres pepinos que le tuve que aceptar el otro día a otro cliente –y además no me gusta el gazpacho-, lo tengo difícil como esto siga así.
-Lo siento mucho, eso te pasa por dártelas de enterado. Si en lugar de montar una consulta, te hubieras dedicado como yo a hacer de paciente pobre, otro gallo te cantaría. Y date con un canto en los dientes, hay quien me paga las prácticas ¡eh! No creas.
-Bueno, si no te quieres molestar en pasar, ya te mandaré las copias, no te preocupes.
-Vale.
-De acuerdo Julián, vete tranquilo que yo seguiré intentando encontrar esa criatura –que tiene que estar por algún lado-, que sea capaz de escribirme la historia de mi vida, no la que tengo, que no me gusta, sino la que podría tener y sé que está en el fondo de alguno de vosotros. A partir de ahí la seguiré escribiendo yo mismo.