lunes, 5 de marzo de 2018

Atascados

                            Así comienza el relato Atascados del libro Una parada obligatoria



El teléfono sonó a las nueve en punto, en medio de un barullo tremendo de tostadas con jamón, café con leche y copas de aguardiente.
—¿Oiga, está el Melli?
Buscar a Juan López, más conocido como el Melli, a las nueve de la mañana en la barra del bar Antonio, era garantía de dar con él. A partir de esa hora, ya era materialmente imposible. Se tomaba una palomita, encendía un cigarro y se ponía manos a la obra, dispuesto a comerse el mundo si fuese menester. Estaba casado y tenía dos chiquillos de siete y nueve años, que armaban todo el ruido que podían en casa y un poco más, así que el Melli se pasaba todo el santo día de un lado para otro, sin parar más que para los asuntos imprescindibles: la cervecita del mediodía, el almuerzo en pleno tajo, el café de media tarde y dos tintos con albóndigas caseras para cerrar la jornada en el bar de la asociación, por aquello de contribuir a la causa del barrio. A los ayudantes que tenía a su cargo no les quedaba otra opción que amoldarse a sus costumbres, si es que querían disponer de unos euros extras libres de impuestos. El Melli era autónomo y cotizaba solo para no tener problemas el día de mañana. Pero a sus ayudantes los quería de ocasión. Al fin y al cabo, el grueso de las operaciones las resolvía él, y meterlo en un lío, no lo habían metido nunca. Con tantos simpapeles y tanto jaleo, bien fuera en el bar Antonio o en la propia asociación, siempre había alguien dispuesto a echar unas peonadas, y si no encontraba a nadie, procuraba que tampoco lo encontraran a él. La clientela sabía lo difícil que es, hoy en día, dar con alguien que te solucione los problemas caseros, y de las compañías de seguros para qué vamos a hablar. No hacen más que acogerse a la letra pequeña y al final hay que tirar del amigo del conocido de la vecina Pepita, que es quien de verdad sabe de qué va esto, o sea del Melli, o cualquier otro de su misma condición. Lo que pasa es que cada vez queda menos gente formal. El Melli era de los pocos de garantía. A las nueve de la mañana estaba como un clavo con su palomita de aguardiente en el bar Antonio. Y profesional era de los que quedan pocos.
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