miércoles, 23 de noviembre de 2016

Los que no pasaron el corte (11)


                                                            AUTORRETRATO

Yo nací de la tinta que expelía una estilográfica genérica, que tenía el orgullo de haber sido patrocinada por un tal Plumarol Miglitol, que a mí ni me va ni me viene, ni a ustedes probablemente tampoco, pero que a fuerza de ser sinceros no queda más remedio que constatar, que para eso estamos aquí en este momento. Al principio pensé que el papel que sostenía mi nacimiento era de un blanco virginal, pero conforme fueron desgranándose las líneas y el folio fue llegando a la parte inferior, esa en la que no queda más remedio que darle la vuelta por muy a gusto que se encuentre la mano que sostiene la pluma; cuando el folio se acabó, en definitiva, vino mi primera decepción como ente físico, porque resulta que por detrás de lo que estaba siendo mi expansión como tal, estaba escrito; era un sucio borrador, que en nada tenía correspondencia con lo que en ese preciso momento estaba aconteciendo. Se trataba de un folio que leyéndolo de forma apaisada, se podían encontrar frases tan fuera de lugar como: “material de un solo uso”, “cantidad que recibe”, “cantidad correspondiente”, “bandejas”, “servilletas”, “fecha”, “recibí” y otras lindezas por el estilo, amén de unos números mecanografiados junto a otros escritos en vulgar tinta de bolígrafo. 
Tuve la curiosidad de fijarme que en el ángulo inferior derecho del folio, apareció el número uno rodeado de un círculo y a continuación crecía en extensión, pasé a un segundo folio donde la mencionada mano continuaba escribe que te escribe dándome forma como quien amasa pan o arcilla. ¿Es bonito nacer, verdad? Enseguida me familiaricé con esos dedos de uñas cortas, que siempre sujetaban la pluma de la misma forma; al número uno siguió el dos, a éste el tres y así entre folio y folio fui tomando cuerpo, y porque no me he entretenido en leerme, pero parece ser, según noticias que me han llegado por otros medios, que no estoy mal del todo, que a pesar de la cuna tengo buena presencia y con un poco de entrenamiento y otro poco de cirugía estética podría llegar a ser alguien en el mundo del escaparatismo. Lo que pasa es que me consta la pelea tan grande que existe en esto del papel impreso por llegar a ser alguien. Hay mucho dinero de por medio, a pesar de que dicen que se lee poco, de que la televisión y la Internet están acabando con la lectura en el formato tradicional. Yo tengo mis dudas, por eso estoy contento de haber nacido y  encontrarme en el mundo de los vivos dándome codazos por destacar, por no pasar sin pena ni gloria por esta vida. Pero eso no es fácil como digo y hay que sufrir mucho para salir del anonimato. Cuando todavía no era más que un bebe, como quien dice, tuve que aguantar no se cuantos arañazos por parte de Plumarol, que por lo que se ve no estaba nada contento con lo que escribía, y no hacía más que tachar y emborronar, vamos que cuando uno se iba haciendo a la idea de cómo le iba a quedar el traje de primera puesta, ¡zas!, el zarpazo y a otra cosa; eso para no mencionar los ataques de furia de la mano que sostiene la pluma, que esos si que eran peligrosos: de buenas a primera y en el momento más inesperado ¡raasss!, el folio rasgado por la mitad o troceado en no se cuantos pedacitos que acababan en esa caja tan ridícula de guardar todo lo que no sirve. 
Otras veces el peligro venía en forma de arrugas, y el lánguido e inocente folio acababa convertido en una pelotita, que luego de servir de experimento futbolístico terminaba corriendo la misma suerte que el caso anterior, besándole las paredes a la mencionada caja de cartón con adornos serigrafiados. Uno en su inocencia no acertaba a comprender que estaba pasando, era todo muy difuso y de muy ingrato recuerdo. Supongo que estas serán las cosas que te van marcando, y haciendo que tu vida discurra en uno u otro sentido. Al llegar el punto y final, ese tras el cual aparece la firma del autor y la fecha de nacimiento, vino ese momento crucial de ponerle nombre a la criatura, que por lo que sé, sale del tirón o se lleva un tiempo como en el limbo. Yo tuve suerte y me pusieron nombre de forma rápida, fue nada más concederme la fecha de nacimiento. Otra cosa es ponerse a discutir ahora sobre la conveniencia o no de ese nombre, después de haber desechado tantos otros, pero eso debe ser cosa del destino, al final nos acostumbramos a todo; además siempre me quedará el recurso de cambiarme, va a depender mucho de la popularidad que alcance, pero ahí no hemos llegado todavía. Siguiendo un poco el orden lógico de los acontecimientos de esos folios reutilizados, pasé a incorporarme al disco duro de un ordenador, donde casi me da algo cuando vi la cantidad de gente que allí había. Era como pasar del campo a la ciudad, del mundo silvestre a la civilización, del desierto a la aglomeración ¡que cantidad de criaturas! Allí aprendí el abecedario y algunas reglas gramaticales, y me hice mayor rápidamente, porque tuve que asimilar tantos conceptos en tan poco tiempo, que el que consigue salir vivo de las tripas de ese invento tiene el cielo ganado. La tinta de Plumarol se reconvirtió en otra de diversos colorines, y la mano encontró a su compañera, y ahora eran dos almas gemelas las que porreaban aquel teclado, y yo iba tomando importancia rodeado de pequeñas líneas graduadas en el lateral izquierdo y en la parte superior de una pantalla, y con todo un despliegue de modelos de letras, todas ellas dispuestas a hacerme un traje mucho más acorde con la edad, aunque dicho con la mejor de las intenciones, siento cierta añoranza por aquellos rasgos que se iban abriendo paso en la pradera nívea del folio. 
Ahora también hay que abrirse paso, pero son las mismas palabras —salvo correcciones— y además nada de tachaduras; de repente una palabra, una frase o incluso varias líneas, desaparecen de pronto como si nunca hubiesen existido; se ve que eso de trabajar en pareja da otros frutos distintos. Aquí me siento crecer por minutos, porque es tan amplio el abanico de posibilidades que se me ofrece para hacerme respetar, que casi no me da tiempo a asimilar tanto ingenio. El resultado del paso por el disco duro es la formación de una serie de clones, cada uno de ellos en distintos formatos. Nos vamos a quedar con el formato papel porque ese va a ser el hilo argumental de la historia de mi vida. Ese momento tan interesante en que abandona aquella primera puesta y aparece uno con otro traje, tampoco resultó ser del todo brillante, porque conforme iba siendo parido — en este caso por una Hewlett Packard—, me di cuenta de que volvía a tener el mismo traje dual que ya tuve cuando vi la luz primera. Ahora que ya tenía una forma reglada, cuadrada y repeinada resulta que por el envés, por la parte de atrás, volvían a aparecer frases tan fuera de lugar como “cantidad correspondiente” y “cantidad que recibe”. Algo indigno, así que como yo iba siendo mayor jugué con lo que había aprendido en aquel limbo de técnica y cultura en el que me habían matriculado y sin que las almas gemelas se diesen cuenta, introduje algunos gazapos que ni el minucioso sistema corrector de la computadora pudo detectar. El número de folios se redujo con relación a mi anterior etapa y en un parto dentro de la normalidad, caí en una bandeja para acto seguido sentir un pinchazo en el ángulo superior izquierdo como si me hubiesen puesto una grapa. 
Cual fue mi sorpresa cuando descubrí que de nuevo la mano que sostiene la pluma actuaba en solitario, aunque es esta ocasión sostenía entre sus dedos un lápiz de colores, que de vez en cuando aplicaba sobre mi estructura corrigiendo por aquí y por allá, yo que me las prometía tan felices pensando que el salto a la fama estaba a punto de llegar. ¡Con razón seguía teniendo aquella espalda tan cochambrosa! Los folios tan perfectamente alineados volvieron a ser un galimatías de letras, frases y remiendos que no los conocía ya ni la Packard que los parió. Volví a tomarme la justicia por mi mano e intervine en algunas palabras para que no se reconociese su significado, aprovechándose de la precariedad del traje de segunda puesta: siempre hay algún agujero o alguna descomposición en la tinta para salirme con la mía. En la siguiente ocasión que tuve que vérmelas con mis compañeros de la computadora, la cosa ya había cambiado y se me trataba de otra forma mucho más honrosa para todo escrito que se precie. Era como un acicalamiento premeditado y mirado al detalle: una coma por aquí, un espacio por allí, un gazapo que intenta colarse, un acento que se escapaba. Me dejan en definitiva en perfecto estado de revista, para que otros ojos me miren y otras manos me acaricien. Orgulloso como un pavo en celo paso a formar parte de un listado, en el que se me asigna un número y se me coloca en una especie de lista de espera. En ese momento nacen en mí serias dudas sobre el estado físico en el que me encontraría la próxima vez, que alguien se digne acordarse de mí, ¿para qué tanta guapura? A lo mejor cuando vayan a acordarse de mí, estaré tan pachucho, que casi será necesario rescribirme de nuevo. Pero en fin, dentro de la ignorancia que me invadía no me quedaba otro remedio que tener paciencia, y esperar que de esta columna de folios tan bien ordenados y numerados no pasara a hacerle una visita al contenedor azul, que es donde dicen que acabamos la mayoría de las veces, una vez que el color de la piel se va volviendo amarillenta. La esperanza que me quedaba es que como no dejaba de ser un clon, puede que alguno de mis semejantes alcance la meta para la que fui concebido, porque ¡vamos a hablar claro!, que uno ya va siendo mayorcito: a mí me decían de peque que yo era el producto de un pensamiento, de una idea, y que la mano trazaba el diseño de mi ilustre figura para satisfacer un deseo interior, una forma de comunicación entre semejantes, no importaba cual fuese el destino final de lo que se hubiese parido. ¡Ja! ¡Eso no me lo creo yo ni harto de tinta! Si esos folios no terminan pasando por una imprenta y no ven la luz del día cobijados por dos buenas cubiertas, déjame de satisfacciones, que es lo mismo que si no hubiesen nacido. Esa es la vida, esa es la lucha por sobrevivir y esa es la realidad y lo demás son cuentas que nunca salen. 
Por eso yo tenía y tengo fe en lo de la clonación, sea por acierto, por lo que uno pueda valer, o porque alguna vez tenía que ser, cualquiera de las copias que andan por ahí buscándose la vida, puede dar el golpe de gracia y pasar del anonimato a la fama en un abrir y cerrar de páginas. Nuestra vida puede ser corta, excesivamente corta, pero también puede ser eterna y ahí está la fuerza de la que nos valemos para seguir emborronando folios. En la actualidad yo no soy nadie, no paso de ser un mero espectador del mundo que me rodea, pero viajo, navego por las ondas, y tengo las maletas siempre dispuestas por si algún día llega ese momento que se me grabó en el mismo instante de nacer. A mí me tocó doblarme sobre mi eje y meterme en un sobre tamaño cuartilla con destino a la otra punta de España: todo muy misterioso, eso si, porque salvo el nombre que es lo único que no me han cambiado — pero todo puede suceder—, lo demás es pura fantasía; se oculta mi edad, mi lugar de nacimiento y hasta es una incógnita saber quien fue la criatura que me ayudó en el parto. He viajado junto con un montón de gente, dando saltos de un lado para otro y cambiando de vehículos casi sin parar, algo mareado de tanto dar vueltas, aquí me hallo a la dulce espera de saber mi destino. Llevo impresa en la piel unos cuantos sellos identificativos, y ya he pegado algún que otro tropezón sin consecuencias para mi integridad física. Los nervios me tienen que no vivo, y las noticias que me llegan de unos y otros no pueden ser más negativas: que si el doble espacio, que si no se cuantos caracteres por página, que si el tamaño de la fuente, que si DIN A-4, que si quintuplicado ejemplar, ¿habrá puesto bien el NIF la mano que sostiene la pluma?, ¿estaré perfectamente paginado?, duración de lectura de quince minutos aproximadamente, ¿se declarará desierto el premio?,...las partes se someten a los Juzgados y Tribunales de.... y uno aquí de novato pensando que a lo mejor ni siquiera se digna nadie a escucharte. ¡Con tantas reglas no me extraña! Pero es que no puede ser, ¿qué será más importante una línea más o menos o el contenido del folio? Lo que cuenta es lo que uno piensa, digo yo, no la forma que tenga. De acuerdo que tiene que haber alguna medida, pero que sea más flexible, es que si no te dan ni a oportunidad de expresarte, como va uno a poder demostrar nada. Aquí estoy dándole vueltas a todo este lío, que en la vida me he visto en otra más gorda. Tengo presente lo de los clones, pero en este momento la responsabilidad es mía, y en las próximas horas puede que haya dado un paso de gigante e inmortalizado mi nombre – aunque sea figurado – o pasar a convertirme en unos gramos de ceniza por no pensar en la reencarnación que puede que sea hasta más doloroso. ¡Que nervios! Creo que hay movimiento, tengo que dejar de pensar en transmitir ideas y centrarme en lo que vaya a venir; no importan los acontecimientos, sea para bien o para mal, estoy dispuesto. Si no volvemos a comunicar, ya sabe todo el mundo cual ha sido mi destino, y si volvemos a vernos estaré plenamente agradecido por haber confiado en mis posibilidades. ¡Hasta siempre!.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Los que no pasaron el corte (10)


WWWBICIBH.COM
Hace seis días que recibí una nota preguntándome por la compra de una bicicleta en buen estado, que puse en aquellas páginas de anuncios gratuitos. Ni me acordaba de la bicicleta, ni del anuncio; pensé que ya me habrían dado de baja, al fin y al cabo tampoco me he molestado mucho en comprobar si había publicado algo, y como ya había pasado un tiempo, me sorprendió la nota llegada a través de internet. En principio no le dí mayor importancia, y contesté con la misma frialdad que lo venía haciendo últimamente; entre unas cosas y otras he llegado a coleccionar una docena de bicis, pero que luego para darle salida me las veo y me las deseo. Claro que una BH, color negro, de un solo piñón y con esos frenos de varilla, no se consigue fácilmente. Lo que pasa que luego la gente quiere que se le de las cosas regaladas, menos mal que uno no vive de esto, sino iba a pasar más hambre que el caracol de la vela, como decía aquel humorista. Te escriben o te llaman, parecen interesados y al final te quedas con el artículo colgado, así que hace ya tiempo decidí olvidarme de los anuncios,  de adquirir sólo las gangas y de no bajar el precio de venta aunque al final me quede sin ganancias. Tampoco soy yo persona muy dada a esto de los negocios.
Las circunstancias me llevaron a la  situación actual, aunque lo que yo pretendía era una idea más romántica, quería reunir a una serie de aficionados que tuviésemos oportunidad de lucir estas espléndidas máquinas, cada cual sería responsable de las suya, la cuidaría y procuraría tenerla a punto para cuando hiciéramos las marchas. Pero la gente se fue rajando y al cabo del tiempo, me veo yo solo, que me quedo con la mitad de la mercancía y esto me llevó a la idea del cambalache, pero con un resultado tan nefasto que apenas le doy importancia al asunto. Lo que pasa es que en el fondo se mantiene una ligera esperanza de que todo cambie, y por eso contesto cuando se ponen en contacto conmigo, y así lo hice en esta ocasión, sin tener la más remota idea de lo que el destino me tenía preparado.
El otoño se presentaba lluvioso, luego de habernos estado metiendo el miedo en el cuerpo toda la primavera y todo el verano con la escasez de agua, y el tanto por ciento de ocupación de los pantanos, e incluso de la necesidad de seguir construyendo aún más embalses cuando no somos capaces de llenar los que tenemos. Algunas salidas previstas por los cinco valientes que aún quedaban en el club, tuvimos que suspenderlas porque las nubes que son muy suyas, tomaron la manía de empezar a soltar agua el viernes por la tarde y no parar hasta el domingo. ¡Que le vamos a hacer!. Lo que hacíamos era esperar una clarita y nos dábamos un paseo por la ciudad por tal de matar el gusanillo. No conviene llevarse demasiado tiempo sin pedalear porque luego cuesta lo suyo coger de nuevo el vicio, y además de paso contribuimos a dar ejemplo del uso de la bicicleta y presionar al Ayuntamiento para que afronte de una vez por todas la instalación de los carriles bici. Aquella nota presentaba algunas características que me hacían  distinto; los compañeros de trabajo, los del club y alguna amiga más íntima me notaban algo, pero yo no le estaba dando demasiada importancia.
A través de Yahoo!.Correo España, me llegaban a diario comunicaciones, que contestaba o no, según fuese el caso, pero que de cualquier forma me resultaban indiferente, más cuando fue aumentando el número de misivas que nos intercambiamos, porque no había manera de que nos pusiésemos de acuerdo en el negocio de las BH, comencé a darme cuenta de lo que me decían los demás y de que me estaba enamorando de la persona que estaba al otro lado de la nebulosa informática. Tenía un pellizco en las tripas que me hacían sentirme vivo, y unas ganas enormes de ponerme delante del teclado, para preguntar cualquier cosa para enseguida especular con algunas de sus respuestas o frases espontáneas. ¿Porqué me habrá dicho en lo que trabaja?. ¿Qué querrá decir con eso del cine?. Antes no me decía ni hola, y ahora me desea hasta que tenga un buen día. Yo le voy a mandar mi número de teléfono a ver si me llama, que tengo ganas de escuchar su voz, ¿o debería llamarla yo?. Con estos datos en la coctelera, me daba perfecta cuenta que lo de menos era ya el asunto de las bicis, y tanto ella como yo andábamos jugando al ratón y al gato sin decidirnos a dar el paso siguiente. Teníamos miedo y eso se notaba, no en vano nuestras trayectorias vitales pasaban por sendas separaciones matrimoniales, y además había hijos de por medio. Sus cartas, una vez leídas en la pantalla del ordenador, las imprimía para luego, con toda la parsimonia del mundo, leerlas y tratar de sacarle punta a cada una de sus palabras o frases. Fecha: 22 de Noviembre. De: Maribel@yahoo.es. Para: Juan. Asunto: bicis “Gracias por mandarme la información relativa... respecto a la adquisición de la bicicleta, aún no tengo decidido que voy a hacer porque mis hijos siempre vienen conmigo y necesitaría también...y ya por último te diré que estuve el miércoles pasado con mi amiga Luara viendo un película francesa en versión original, que me gustó bastante porque...Un saludo R.I.”. ¿Porqué me sentiré más inquieto cuando llega una carta firmada por una mujer?. Ya no es hora de hacerse tantas preguntas – me dije -, y aprovechando un excusa que tenía que ver con el tiempo, me decidí a marcar su número de teléfono y a convencerme de que era la misma Raquel que escribía con tanta ternura aquellas misivas interactivas.
El corazón me dio un vuelco y por poco si se me sale del pecho, cuando comprobé la dulzura de su voz y el timbre sonoro de sus palabras. Era la misma, no había duda, me sabía sus textos casi de memoria de tanto como los repetía cuando me metía en la cama, o cuando mi mente quedaba un momento libre de otras ocupaciones. Si el sábado continuaba lloviendo tendríamos que descartar la ruta prevista, esa era la regla que teníamos en el club, pero siempre cabía la posibilidad de un claro, de que las nubes fuesen benévolas con mis sentimientos y me permitieran conocer a esa mujer que estaba instalada en mí, mucho antes de conocerla. Pensé en mis hijos, en como afrontaría el trago de tener que decirle algo, pero como ella tenía otros dos, suponía que también habría pensado en esto y que ya le encontraríamos alguna salida. En estos momentos eso no era lo prioritario, lo que me corría prisa era asegurarme de que el domingo por la mañana iba a hacer buen tiempo, o al menos lo suficientemente bueno para que ella no se echase atrás y dejase su primer día de encuentro para otro momento.
Bajé a comprar la prensa, consulté con Florenci Rei, con el INM en internet y esperé hasta las 15,55 en la televisión española para cotejar todos los datos. Cuando hablase con ella de nuevo, tenía que asegurarle que iba a haber marcha ciclista. Y la hubo. Estábamos los de siempre que junto a ella y uno de sus hijos constituimos un pelotón de siete valientes dispuestos a disfrutar de un día de lujo en la campiña. Su cara, sus gestos, su mirada... todo quedó impreso en mi mente como una dulce canción melódica que a partir de ese momento no olvidaría jamás. A pesar de las amenazas de agua amaneció un día limpio de nubes que auguraba lo que luego fue: pedaleábamos a placer por la vía verde y recogimos todos los efluvios que emanaba un campo recién regado. Había alcornoques a los que nos abrazábamos todos para tratar de sacarles el secreto de su longevidad, arroyos que cruzábamos a pie por temor a una caída, fotografías en los sitios más inverosímiles y toda una carga de esperanza para que nada se torciera, para que todo saliera bien y aquel primer encuentro no pasase sin pena ni gloria. Un beso de despedida, una noche sin dormir y unas ganas tremendas de volver al ordenador a comprobar el correo electrónico para ver si llegaba alguna foto, para tratar de encontrar en una imagen congelada la respuesta a lo que tan sólo el tiempo puede aclarar. Había sido una jornada tan espléndida, que parecía impensable que el día siguiente fuese a ser una paso atrás en la relación amistosa que ya se había iniciado, que ya había tomado forma.
Tal vez me hubiera hecho demasiadas ilusiones, ante esa mujer que apenas conocía, y de la que ni siquiera sabía si tenía interés en mantener la amistad, pero yo estaba lanzado y no había quien me pudiese convencer de lo contrario, así que tenía claro cual era el enemigo a vencer: el tiempo, no el atmosférico que para eso ya contaba con bastantes ayudas para estar orientado. El tiempo que marcaba el paso de las distintas fases lunares, y con el que yo me tenía que coaligar para tener una respuesta a mis inquietudes. Sentado ante la pantalla del ordenador a la espera de esa misiva que no llegaba, se me ocurrió cambiar la fecha y decirle al pc, que ese día era tres de marzo del año siguiente, a ver que pasaba. Cual fue mi sorpresa al comprobar que de repente se reinicia, y cuando termina de hacer un montón de monerías, aparece ante mis ojos una ventana algo cambiada, pero en la que se reconoce perfectamente el anagrama de Yahoo. Comienzo a investigar y llego a los correos por abrir. Ahí estaban acumulados todos aquellos que nunca tocaba por temor a los virus o a tener que contestarles, pero si de verdad estábamos haciendo ciencia-ficción y nos encontrábamos en la fecha que yo había introducido, lo que a mí me interesaba buscar eran los correos de Raquel que seguro que los habría leído ya. Puse el puntero en el lugar adecuado y fueron desfilando unos y otros, casi sin echarles cuenta a ninguno, porque el único que me interesaba era el que pusiese Maribel@yahoo.es. Cuando di con el primero salté del asiento, miré la fecha, la hora, me fijé en todos los detalles y no había duda: estábamos en marzo y era ella, era Raquel Iglesias. Leí la palabra Asunto: pero me tuve que levantar, irme a la cocina, y tomarme un vaso de agua porque no me atrevía a seguir leyendo. Cuando regresé salté sin mirar el contenido del Asunto y me fui directamente al texto del mensaje. No podía más, tenía que saber de inmediato que decían aquellas líneas que supuestamente me había escrito tres meses después de la fecha en la que me encontraba. Leí sobresaltado, sin hilazón, mezclando frases y quedándome sólo con las palabras sueltas. Buscaba lo que nunca había tenido oportunidad de leer viniendo de ella o de escuchar de sus labios. Encontré palabras cariñosas, pero ninguna lo suficientemente ilustrativa como para convencerme de que para esa fecha las cosas estaban saliendo a pedir de boca.
Me calmé y fui leyendo el texto de forma ordenada, de la primera a la última palabra. Era evidente que sus palabras transmitían ternura, y que entre ella y yo se había establecido algún tipo de relación que nos mantenía unidos, pero enseguida me asaltaron unas cuantas dudas y volví a inquietarme. ¿Hasta donde llegaba esa relación?. ¿Eramos amigos o había algo más?. Decidí poner en la casilla de Buscar su nombre y apellidos y enseguida se desplegaron una serie de correos ordenados por fechas, que fui leyendo detenidamente hasta tratar de convencerme de cual era el estado de nuestra relación después de transcurridos esos meses. Todo lo que leía me indicaba que seguíamos igual que ese primer día que nos conocimos, sólo que con un grado de amistad más acentuado. No obstante hubo uno que me llamó poderosamente la atención y al que volví nada más terminar de leerlos todos: se trataba de un texto intimista donde me confesaba lo tortuoso de su relación anterior – fruto de la cual tenía dos hijos – y de lo sola que se encontraba porque sabía que aún era joven, y no le había llegado el momento de tirar por la borda nada. Tenía un trabajo con el que estaba contenta y con el que se ganaba la vida, tenía amigos y tenía a sus hijos que era lo que realmente le daba fuerzas para seguir luchando cada día. Al fin y al cabo si una relación amorosa no sale bien, tampoco se acaba el mundo; ella seguía en su casa y tan sólo había cambiado la ausencia del padre de sus retoños, pero eso era algo que se veía venir. Por un momento deduje que se estaba sincerando conmigo como tal vez no lo hubiese hecho con nadie.
Yo no suelo guardar los correos que escribo, así que ignoraba mis respuestas, me comía la moral no saber por donde se había ido tejiendo la trama. Tenía que seguir leyendo más despacio para no equivocarme en mis deducciones, y sobre todo debería obtener provecho de esta situación para la próxima vez que tuviese oportunidad de verme cara a cara con ella. Ya quisieran muchos enamorados mirar en el espejo mágico, o en la bola de cristal para poder prevenir las meteduras de pata, que a menudo se cometen, y que tanto pesan a lo largo de la vida. Yo me encontraba ante esa bola de cristal, que me estaba dando las claves de una relación que sabía como había empezado, intuía como había discurrido pero de la que no quería saber si había terminado o no. Para ello tan sólo tenía que volver a adelantar la fecha del ordenador y me daría cuenta si Raquel seguía formando parte de mi vida y si la situación de partida tan sólo fue un espejismo de lo que pudo ser y no fue. Al fin y al cabo estaba acostumbrado, no sería ni la primera ni la última vez que las ganas de mantenerme al lado de una mujer se hubiesen esfumado. Desde que se vino abajo el proyecto de familia que un día dibujé, aún no he levantado cabeza y sobrevivo a duras penas, ilusionado por el amor a las BH y el cariño de mis hijos que cada vez se alejan más. Uno de mis primeros objetivos durante todos estos años ha sido encontrar esa compañera que sepa compartir mis inquietudes, no me importa renunciar a la carga de egoísmo que haga falta ni de perder para siempre ese bigote que disimula la cicatriz que me marcó la infancia. Todo eso me da igual. Quiero ser feliz y sin saber en el fondo que significa eso, si he tenido la oportunidad de saber durante estos años de soledad, que significa encontrarte en el escalafón más alto de la pirámide.
Por eso entiendo a Raquel y por eso creo que podemos entendernos, porque llevamos trayectorias parejas, porque ella y yo venimos de recorrer un mismo camino y aunque es una situación cotidiana, que se repite con la mayoría de la gente que conoces, cuando miras fijamente a los ojos de la otra persona, descubres cuales pueden ser sus intenciones y yo he visto en los ojos de esa mujer algo que no había visto hasta ahora. Y me gusta lo que veo, pero tengo miedo de ser un adelantado, de provocar una reacción que se puede volver contra mí. Lo que he leído hasta ahora me hace concebir esperanzas aunque mantiene las espadas en alto respecto a mis inquietudes. ¿Debo volver a mover el reloj del tiempo?. ¿Seguro que estoy viendo lo que veo o mi estado de enamoramiento es tal que me hace ver visiones?. El próximo domingo está tan lejos que me siento sin fuerzas para tratar de impedir un segundo salto mortal. Agarro el ratón con decisión y al pinchar el calendario, la pantalla se puso negra y me quedé con dos palmos de narices. No me atreví a seguir, aquello quería decir que era mejor dejar las cosas como estaban y pensar en los momentos vividos, saborear con ilusión el presente y dejar de especular con ese futuro que ya llegaría en su momento. Pasaron unos días ¿cuántos fueron?. Seis; sí eso es, fue algo menos de una semana, porque entre mi atrevimiento a mirar en el ordenador y la llamada telefónica tan solo había transcurrido una salida dominical, que es como yo me oriento en esto de saber en el día en que vivo. Suelo contar los días según los sitios donde vamos y también de la gente que ese día ha estado en la ruta.
Así que Raquel estuvo el domingo con nosotros, aunque en esta ocasión venía acompañada con otros amigos y me encontré algo perdido a la hora de acercarme a ella y a aquel muchacho de ojos claros que parecía no dejarla. Pero yo sabía lo que me había escrito en el mes de Marzo y jugaba con algo de ventaja, así que dejé seguir el curso de los acontecimientos, aunque con muchas ganas de alterarlos. Me llamó por teléfono al día siguiente, para ver sin concretábamos sobre la operación BH porque parecía decidida a incorporar uno de mis vehículos a sus dominios. Yo se lo puse difícil para que no terminase de buenas a primeras la negociación, aunque en el fondo me hubiese dado igual regalársela, lo que me interesaba es que se animase a pertenecer al club y que nos siguiésemos viendo. Le pedí tiempo, porque me quería basar en sus correos, a ver si encontraba alguna referencia al negocio y se me hacía menos duro el trance. Estuvo todo el rato encantadora y me aferré a la idea de que estaba ante la persona que tanto había deseado. Me entraron unas ganas tremendas de decirle cuatro cosas bien dichas, pero me contuve porque en un momento cruzó por mi mente la idea de volver a cambiar la fecha del ordenador.
Ya no sabía que era mejor ni peor, así que procuré no alargar demasiado la conversación telefónica, porque en cuanto colgase, ya estaba enchufado a la pantalla y yéndome al mes de Mayo a ver que había pasado entre nosotros. Tomé la precaución de dejar copia de mis correos en los días sucesivos por si tenía que poner en pie algo que no entendiese. Con toda la valentía del mundo, pinché en el icono correspondiente, y allí estaba el calendario dispuesto a que yo le dijese que día y que hora es la que me interesaba. Ni corto ni perezoso me fui al mes de Mayo e inicié los mismos trámites que la vez anterior, le di al buscador y me encontré con todos los correos que habíamos intercambiado desde Marzo hasta Mayo, aunque se ve que no fui fiel con lo de guardar mis escritos, porque apenas me encontré con cuatro de los muchos que supuestamente habría tecleado en ese periodo de tiempo. Me paré a leer como un loco y me fui dando cuenta de que las cosas habían cambiado y de que nos tratábamos con cariño pero manteniendo las distancias, descubrí que me hablaba de la existencia de otra persona y de que había rehecho su vida. No me conformé, me fui al mes de Abril y aunque me seguían fallando las misivas, podía deducir por las de ella cual era el estado de la situación. Mucho mejor, más emotivas, más llenas de poesía. Busqué, rebusqué y me preguntaba si no sería posible hacer lo mismo con las llamadas telefónicas, puestos a darle emoción es mucho más interesante escuchar su voz.
Mi paciencia tuvo el éxito deseado y me encontré delante de un texto que era todo un alegato de enamoramiento, derrochaba palabras llenas de amor, describía una escena que no podía suponer ni en la mejor de las situaciones: habíamos estado juntos en un lugar paradisíaco, viviendo momentos de entrega total del uno para con el otro. Mencionaba mi cuerpo como si lo conociese desde mucho tiempo atrás y me regalaba el oído con unas frases que jamás podría sospechar que se pudiesen decir de una manera tan tierna. Raquel sin duda alguna estuvo en mis brazos y con ella disfruté de algún momento irrepetible. Aquel texto no dejaba huecos a la incertidumbre. En ese momento me di cuenta que había llegado la hora de dejarme de especulaciones y zarandajas. Era duro imaginar lo que podía haber ocurrido, luego de ese supuesto encuentro, pero estaba claro que unos meses después existía otra persona y ella parecía encontrarse a gusto con esa situación. Y al fin y al cabo soy mayor que ella y tampoco estoy demasiado a disgusto con la vida que llevo. Es bonito pensar en otra forma de vivir e incluso en intentar cambiar sobre todo ante la presencia de mujeres como Raquel, pero bueno tampoco le voy a poner un cero a mi existencia; se que la gente me quiere, que estoy bien considerado, que siempre que cojo el teléfono o el pc, hay alguien dispuesto a intercambiar conmigo unas palabras, a tomar un café o a salir un fin de semana. Estar junto a alguien es una idea fantástica, pero debo seguir luchando para estar que me salgo, conmigo mismo; luego Dios proveerá. Si el destino me tiene reservado para los últimos años de mi estancia mundana, una vida sin la presencia de otra persona ¿qué le vamos a hacer?. Eso si, los minutos de gloria que me tiene destinado Raquel pienso disfrutarlos a partir de ahora como si fuese la joya de la corona que ha llegado a mi poder por inspiración divina.