Así comienza el relato que le da título al libro
Alejandra y Matías se conocieron un día de primavera
en que habían salido, junto con otros amigos, a una excursión por la sierra.
Nunca antes se habían visto, y nada sabían el uno del otro. Tuvieron ocasión de
hablar, contarse algunas intimidades e, incluso reír juntos las gracietas de
Javier que, para esto de hacer pasar un buen rato, se las pintaba como pocos. A
la vuelta, Matías tuvo el detalle de acercar a Alejandra hasta la puerta de su
casa, evitándole el farragoso proceso de los dos autobuses que tenía que tomar
cada vez que salían desde ese punto. Al despedirse...
Aquí el lector puede
imaginar que viaja en un tren con dirección
a:
Huelva
A Alejandra le había parecido tan encantador, que en
cuanto subió a su casa marcó un número de teléfono y se puso a contarle a su
amiga Isabel lo que le había sucedido. Aquello era un flechazo.