lunes, 13 de noviembre de 2017

Contenedores

       
      Así comienza el relato Contenedores, incluido en el libro Una parada obligatoria
Es fino como un alambre y con una pelambrera estropajosa que lo hacen fácilmente identificable. De andar ligero, casi siempre va solo, contándose a sí mismo lo difícil que está el tráfico y, encima, el gracioso ese que todos los días pone el coche en el mismo paso de cebra, que no sé para que se gastan dinero en hacer el rebaje de las aceras, cuando le van a tener que poner alas a las sillas de ruedas. Los botines a medio atar, en alguna ocasión tuvieron un color determinado, pero ya hace tiempo que no se sabe bien si son blancos, marrones o con listas azuladas. Viéndole caminar, pareciera imposible que no tropezase consigo mismo, porque tiene un movimiento de caderas que le hacen castañetear las rodillas; pantalones vaqueros que le arrastran, hasta el punto de tenerlos deshilachados por la parte baja; una camisa mal abrochada y, a veces, un jersey con el cuello en la espalda, como de habérselo puesto de prisa y corriendo, y no acertar nunca qué es palante y qué es patrás. Su mundo discurre entre contenedores de basura, donde busca y rebusca para llenar hasta las trancas el carrito de carrefur, habilitado para estos menesteres.
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