jueves, 15 de diciembre de 2016

La conversación



                  Así comienza el relato que puedes encontrar en el libro Una parada obligatoria 

Paseaba con los perros como si llevase atado un trineo que se deslizaba por los pasos de peatones sin obstáculo alguno. Frente a él, una plaza de apagados verdes y rincones terrosos, con excrementos del día anterior, le esperaba para soltar a los animales. No muy lejos la chica rubia que desde hacía una semana coincidía en el lugar, a la que no había dirigido ninguna palabra por miedo a recibir un no por respuesta. ¿Un no? Pero, si aún no le había pedido nada, ni tan siquiera la hora, ¿ya le iba a negar algo? Con la angustia que le producía tan solo imaginarse rechazado, no soportaría ni eso. La luz del atardecer era cada vez más oscura, y las farolas del parque comenzaban a emitir los primeros destellos, esos que aún no se perciben como no sea fijándose en el cristal ahumado de las mismas.
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