Maite vivía en la ciudad, aunque su vocación siempre
tuvo que ver con los animales del campo. A ella le daba igual el tipo de
paisaje que apareciera en su retina, o los diferentes usos que el hombre le había
dado al medio a lo largo de la historia. Del campo lo único que le interesaba
eran los seres vivos que lo pueblan, y como no vivía en el campo, convirtió la
casa de sus padres en un zoológico, algo ilógico por las dimensiones de la
vivienda. De movimientos algo torpes, le hubiera gustado estudiar veterinaria,
pero su cabeza no daba para tanto y se tuvo que conformar con un curso de
formación profesional que le sirvió, durante un tiempo, para trabajar en una
clínica veterinaria donde la explotaban.
.../...
Así comienza este relato que sirve como carta de presentación de Una parada obligatoria. La pequeña gran historia del mismo, se remonta a otros tiempos en el que tuve ocasión de conocer a una persona cuyo amor por los animales era tal que contagiaba con solo estar a su lado. Es mi humilde homenaje a tanta y tanta gente que hace posible la vida en un planeta lleno de locos, capaces de aniquilar al prójimo sin miramiento alguno.
Maite apareció en mi libreta y se quedó a vivir conmigo, y ahora con todos vosotros. Conózcanla, merece la pena.
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